A decir de muchos, ese séptimo seminario, siempre con las benedictinas del Sacré-Coeur en Montmartre fue aún más enriquecedor y constructivo que los precedentes. Todas las conferencias, de las cuales usted encontrará el detalle más abajo, fueron de alto nivel. En cuanto al “Taller de números” interactivo, experimentado por primera vez, fue el mejor calificado y se volverá a realizar el año próximo.
Fue una gran alegría para todos encontrarse alrededor de la obra de Jean Gaston BARDET, y acoger de nuevo a nuestros amigos mexicanos, así como a los nuevos que vinieron, apasionados por todo lo que escucharon y agradablemente sorprendidos por la comunión fraterna vivida en este seminario. ¡Vengan a reunirse de nuevo en Noviembre del 2006!
La organización de los seminarios está prevista para permitir a la vez aportes concernientes a la obra de Jean Gaston BARDET; es el objetivo de las diferentes conferencias; momentos de intercambio a partir del contenido de las conferencias; momentos de participación fraterna en las comidas y en los tiempos libres; momentos de recogimiento, de oración en comunidad, en los oficios. El programa de este seminario está accesible mediante el enlace siguiente: Programa Seminario 2005
Ustedes encontrarán más adelante el resumen de seis de las diez presentaciones que tuvieron lugar en este seminario. Si usted desea hacer comentarios o plantear preguntas sobre los temas abordados, lo puede hacer haciendo click en el enlace siguiente: comentaires o questions (Nota: sólo en francés).
YO DUERMO, PERO MI CORAZÓN VELA
Jean Gaston Bardet consagró 4 obras a la oración: “Para toda alma que vive en este mundo”, “Yo duermo pero mi corazón vela”, “Freud y los Yogas” y “La Imitación de Cristo, sentido místico”, cuyo objetivo es volver a dar a los laicos las llaves para “entrar sin riesgo en la vida de oración”.
“Para toda alma que vive en este mundo” recordó la doctrina olvidada, “Yo duermo pero mi corazón vela” describe la doctrina a realizar.
“Hay que educar a aquellos que tienen sed con miras a disponerlos para recibir las gracias divinas y, en consecuencia, enseñarles a evitar las prácticas peligrosas, los temibles callejones sin salida. Tal es el muy simple objetivo de este ensayo”.
ISRAEL CONOCE A TU DIOS
Jean Gaston Bardet escribió: “Israel Conoce a tu Dios” en 1982. Es un condensado de su obra: “El Tesoro Sagrado de Israel”, escrito 12 años antes. En ese libro, Jean Gaston Bardet vuelve a dar de manera sintética las llaves de la Escritura Esdraica.
El título y subtitulo de esta obra: “Israel conoce a tu Dios. Por la informática hebraica” indican el enfoque del libro: Israel perdió el conocimiento de su Dios y es posible, por la informática hebraica, volverlo a encontrar.
LA ESTRUCTURA DEL HOMBRE, EN LA OBRA DE JEAN GASTON BARDET
La filosofía de Santo Tomás de Aquino es la base de estudios sobre el hombre. Así lo recordó el Papa San Pío X en su encíclica Pascendi del 8 de septiembre de 1907. También Jean Gaston Bardet, al haber recibido una sólida formación tomista, pudo redactar notablemente la muy bella introducción a su traducción de la Imitación de Jesucristo de Tomás de Kempis.
DEL PODER SANTIFICANTE DEL NOMBRE
Todo el mundo conoce la importancia de la asignación del nombre en el nacimiento de un niño o cuando su bautismo. Se le escoge con cuidado, porque se supone representa la idea que uno se hace del nuevo nacido…
Pero para el pensamiento antiguo, el nombre no expresa propiedades o cualidades subjetivas… sino que expresa la realidad profunda del ser que lo lleva, a tal punto que los nombres divinos son nombres con poder, con una función casi mágica. Aún hoy, ciertas corrientes esotéricas utilizan la fuerza del nombre para hacer actuar tal o tal aspecto de la divinidad, a fin de entrar en resonancia espiritual con el ser invocado. J. G. Bardet nos dice claramente que los kabalistas Ofitas utilizaban el Nombre de Dios para fines mágicos.
ESAÚ Y JACOB, DOS MODOS DE CONOCIMIENTO
El versículo del Génesis (Gen. 25, 27) nos describe a los dos hermanos, Esaú y Jacob.
Veamos algunas traducciones:
Biblia de Jerusalén (edición 1961): Los muchachos crecieron: Esaú se hizo un hábil cazador, que corría la estela, Jacob era un hombre tranquilo que permanecía bajo las tiendas.
Luis Segond (1910): Esos niños crecieron. Esaú se hizo un hábil cazador, un hombre de los campos; pero Jacob fue un hombre tranquilo que permanecía bajo las tiendas.
TOB (1988): Los muchachos crecieron. Esaú era un cazador experimentado que corría por el campo; Jacob era un joven razonable que habitaba bajo las tiendas.
Darby (1885): Y los niños crecieron: y Esaú era un hombre hábil para la caza, un hombre de los campos; y Jacob era un hombre simple que habitaba en las tiendas.
King James (1611/1769): Y los muchachos crecieron: y Esaú era un hábil cazador, un hombre del campo; y Jacob era un hombre simple, habitando en las tiendas.
English Standard Version (2001) : Cuando los muchachos crecieron Esaú era un cazador hábil, un hombre del campo, mientras que Jacob era un hombre tranquilo, que vivía en las tiendas.
The Bible in Basic English (1949/64): Y los muchachos llegaron a su pleno crecimiento; y Esaú llegó a ser un hombre del campo abierto, un experto arquero, pero Jacob era un hombre tranquilo que vivía en las tiendas.
Jewish Publication Society OT (1917): Y los muchachos crecieron y Esaú era un hábil cazador, un hombre del campo; y Jacob era un hombre tranquilo, habitando en tiendas.
Geneva Bible (1599): Y los muchachos crecieron, y Esaú era un cazador hábil y vivía en los campos; pero Jacob era un hombre simple y vivía en las tiendas.
¿LA CIENCIA VA CONTRA LA FE?
Desde el siglo XVIII y sobre todo el XIX se ha difundido la idea que la creencia en lo sobrenatural (y qué es la fe, sino creer en lo de más allá, o en la Creación divina de los seres, o en un orden de realidad que sobrepasa el determinismo de las leyes naturales) era refutada por la ciencia moderna. Creer o saber: ¡había que escoger!…
Anteriormente en efecto, los teólogos y los sabios constituían una sola clase intelectual, ya sea que se tratase de los sacerdotes egipcios, de los druidas o de los mandarines, y los eventuales conflictos entre ciencia y fe eran tratados antes de ser conocidos por el común de los hombres. Con Galileo, Descartes o Newton, nace una clase de “matematici” laicos que van a adjudicarse una autoridad intelectual comparable, y pronto superior a la de los teólogos, Autoridad cuyo alimento es la creencia, compartida por el público, que las ciencias son tan ciertas como las matemáticas. Y esta ciencia laicizada, apartada de las verdades reveladas, iba a servir al Adversario para destruir y después reemplazar la visión cristiana del mundo.